El hecho y la fecha. Ambos obligan. Se cumplen hoy exactos 35 años. Un frío 25 de junio de 1978, Argentina derrotaba a Holanda en la cancha de River y conquistaba su primer Mundial de fútbol. El triunfo puso al equipo de Menotti en un lugar preponderante en el mundo, marcó la fecha para que la recordemos por siempre, e instaló a Mario Kempes como uno de los jugadores más importantes de nuestra historia.
El "Matador", tal como aún se lo llama, se entrega, manso, al calor de los recuerdos.
"Siempre es lindo recordar ese hecho, sin duda el más importante de nuestras carreras deportivas. Ha pasado el tiempo. Hoy conocemos cosas muy graves que pasaban fuera de la cancha, pero en aquellos años lo sabía muy poquita gente. Por eso ni las voy a mencionar. Ese Mundial fue el pico de mi vida profesional, nada del resto se le parece. Como grupo tuvimos la posibilidad de conformar el equipo que puso a Argentina en lo más alto, un lugar al que siempre había aspirado, el que muchos pensaban que le correspondía por los inmensos jugadores que siempre había tenido. Dejamos de ser los que merecíamos más y fuimos los mejores".
-¿Vos jugaste tres mundiales, te animás a explicar por qué esa vez sí y otras no?
- Es muy difícil. Algunas cosas no se pueden explicar, simplemente ocurren, y hay otras que son consecuencia de ciertas decisiones que dependen de uno o del grupo. Metidas en el contexto actual, ciertas situaciones de antes parecen una broma. ¡Ese equipo tenía un solo jugador que no jugaba en el país, yo, que estaba en Valencia de España! El resto, todos en Argentina. Eso permitió mucho trabajo, los tiempos eran distintos, los calendarios también. ¡La disponibilidad del jugador hoy es tan diferente!
- Se puede coincidir con lo que decís, aunque pensar que por eso el proceso no tuvo inconvenientes suena un poco ingenuo…
- Nadie podría discutir que hubo problemas y contradicciones. ¿Quién no las tiene en un lapso de tres o cuatro años? La serie de amistosos previos, en la cancha de Boca, mostró a un equipo que no funcionaba, todos opinaban, muchos cuestionaban a Menotti. Menos mal que se lo respetó y mantuvo en el puesto. ¡Esa fue una gran decisión! Y el ciclo se acomodó tanto que fuimos campeones del mundo.
- ¿En todos estos años tus recuerdos son los mismos o van cambiando?
- Son muchísimos, a veces aparecen unos más rápido que otros. Ahora que preguntás, recuerdo las dudas que tuve, porque mi comienzo no fue el mejor. Los tres primeros partidos sin goles generaron cuestionamientos, yo empecé a sentir que podía perder la titularidad que me había dado Menotti, y no hubiese estado mal ya que el plantel tenía excelentes jugadores. "El Flaco" se la había jugado por mí en un momento en que gran parte de la prensa sembraba dudas en el público que, obviamente, me conocía poco, no me veía como se ve ahora a los jugadores que están en el exterior.
- Vos eras el goleador de la Liga Española…
- Sí. Pero la gente no sabía cómo jugaba y sí veía a sus jugadores todos los domingos. En el plantel estaba Alonso; Bochini y Maradona se habían quedado afuera. El futbol es muy opinable, cada hincha es un técnico, cada periodista también. Si vos hacés goles todos los partidos, nadie va a pedir que te saquen. Pero si sos el goleador de España y no la metés, cada uno creerá tener el argumento exacto para sostener que su jugador preferido es el mejor. En eso, el fútbol no ha cambiado.
- ¿Tuviste una charla específica con Menotti en ese momento?
- Nada demasiado formal. Era imposible que yo me hubiera olvidado de cómo jugar o hacer goles en apenas 20 días. Es más, en los entrenamientos la metía todo el tiempo. César estaba convencido de su decisión. El primer partido jugué como wing izquierdo, en el segundo me corrió hacia adentro para que tocara más la pelota y aportara en la creación de juego. Creo que dio en la tecla, porque si bien los goles tardaron un poquito, mi nivel fue de menor a mayor.
- ¿Los goles te despejaron las dudas? Después de Polonia te convertiste en una fiera imparable…
- Ayudaron un montón. Aunque no fuera el nueve del equipo, a mi me pedían que anotara. El centrodelantero era Luque y jugaba fenómeno. Pero como goleador de España, yo debía aportar mi cuota, la demanda existía. Los goles te llenan de confianza siempre, uno se anima a más, se siente pleno, útil, desequilibrante. En Rosario encajaron todas las piezas. De entrada me sentí a gusto, conocía la ciudad y el estadio de mi paso por Central. En paralelo, vale aclarar que para esos días, el equipo ya se había acomodado. Le hice un gol a Polonia, hice la mano del penal que "El Pato" le atajó a Deyna, metí el otro gol de cabeza. Yo, que no saltaba y que no debo haber hecho otro gol de cabeza en mi carrera. Ese partido fue clave para todos.
- Contame qué charla tuviste con "El Pato" Fillol después del partido, respecto del penal…
- Siempre le digo que se hizo más famoso por atajar el penal que por ser campeón del mundo. Nos reímos cada vez que nos encontramos y recordamos ese momento, que fue totalmente instintivo. Con el pie no llegaba, con la cabeza tampoco, entonces saqué la mano, sin pensarlo. Tuve suerte, en ese tiempo no era expulsión…
- ¿Y la final?- Fue un partido con demasiadas sensaciones, todas muy intensas. Entramos convencidos de que éramos superiores y después de demostrarlo un rato, la cercanía del final nos limitó un poco. Cuando Holanda empató, nos dolía mirarnos a los ojos, parecía que todo se derrumbaba. Tuvimos suerte de no perderlo en los 90 minutos. Ellos dejaron pasar su oportunidad, porque en el descanso antes del alargue nos acomodamos otra vez. Las palabras de Menotti fueron muy importantes, nos dio seguridad. ¿Y, qué puedo decir del resto que la gente no haya visto o no sepa? En lo personal, si ese Mundial fue lo máximo de mi carrera, ¡ese partido fue lo máximo al cuadrado!
- Te saco del fútbol, voy a lo que hoy ocupa buena parte de tu tiempo desde hace algunos años, tu trabajo como comentarista en ESPN. ¿Qué es lo que más te sorprende de cómo se puede ver el fútbol hoy?
- Los tiempos. Se ve todo en directo, accedés a lo que pasa en cualquier lugar del mundo al instante. Eso es divertido para el público en general, valioso para los que podemos trabajar en televisión, y muy útil para los entrenadores. Obvio que se ve mejor en la cancha, pero no se puede estar en todos lados al mismo tiempo. Poder ver tanto fútbol, y por ende a tantos jugadores, te nutre de muchos elementos para hacer seguimientos y tomar decisiones. Hoy eso es algo imprescindible, porque casi todos los jugadores están afuera.